30.12.08

"en la cafetería", 2ª Parte

Estaba con mi estimado pero misterioso amigo Daniel, en la cafetería de siempre, tomando lo de siempre, y escuchando una de esas historias que suelta cada día.
Pienso en él como un chico asustadizo, tímido e inofensivo. En eso nunca ha cambiado. Cierto que antes de empeorar se esforzaba por parecer normal, además, hacía actividades que mejoraban sus actitudes sociales. Desde la muerte de su abuela, su única familia desapareció, y se volvió muy vulnerable e introvertido. Siento que si un trágico día no me fuera posible compartir esta media hora con Daniel, daría unos pasos agigantados hacia atrás y me costaría volver a ganarme su confianza. Quizás por el simple hecho de levantarme con la tripa floja y con la piel amarillenta, y no poder moverme más allá de un radio que comprenda la cama y el váter, jamás volvería a tratar con mi amigo de la infancia como lo trato ahora.
Pese a todo, después de mostrarme la pinza para el pelo, mi mente lucha por no afrontar una idea del todo inaceptable, y totalmente posible. Daniel vive solo, jamás se relaciona con gente adulta, sin que sea un personaje imaginario, se debe sentir muy triste y solo... creo que no voy a ir por ahí, voy a darle tiempo. Cómo puedo llegar a pensar algo así.
-Verás Daniel, eso que me cuentas es muy intrigante. Creo que debes...- En ese momento la camarera, la Sra. Gil, nos interrumpe.
-¿Qué va a ser?- me pregunta.
-Eh, bueno, un sandwich de jamón y queso con mantequilla y huevo frito, dos galletas "María" y un pedazo de chocolate. Para beber una Coca-Cola de medio litro. Gracias- siempre pido lo mismo, y siempre es ella quien me atiende, y solo en una ocasión se dirigió a mi y me preguntó "¿Lo mismo de ayer?", pero me acabó sirviendo un par de donuts y un yogurt.
-Perdona, un sandwich mixto ¿con qué?- Después de repetirlo 6 veces por fin pude seguir hablando con mi amigo.
-Bueno Michel, ¿Qué crees que debería hacer?- me pregunta Daniel algo impaciente. Por fin estaba dispuesto a dar un consejo de buen psicoanálisis a mi desesperado amigo.
-Creo que ya llevas mucho tiempo experimentando diferentes encuentros con Beta. Y este, una vez que te encuentra, parece tener claro el motivo de su visita. No puede comunicarse con la comodidad de un ser humano corriente, no habla ni utiliza conceptos comunes. En primer lugar, puedes describir, haciendo un listado, los diferentes encuentros con Beta. Detallando bien todo aquello que recuerdes, no solo con respecto a las maniobras de Beta. Deberás ser meticuloso y redactar correctamente para que yo pueda situarme eficazmente. No olvides fechas, lugares, personas a tu alrededor, etcétera.- Mientras hablo Daniel no me quita ojo, me mira de forma directa y moviendo la cabeza lentamente, asintiendo.
La puerta de la cocina se abre con brusquedad e inevitablemente mi cuello gira en dirección al estruendo. Una chica sale apresuradamente, gira levemente la cabeza y profiere un escueto -hasta luego viejos- al señor y señora Gil. Se llama Cynthia y estudia en mi clase en el instituto. Vive con sus padres, los dueños de este local, en un adosado de dos plantas, la primera, la misma cafetería. Es una chica de anuncio, una belleza de foto, grandes ojos verde aceituna, cabello rubio dorado (no parece de bote), pero tan fría y vacía como ese material impreso. Está caminando hacia a la puerta que da a la calle, echando miradas de soslayo a los clientes, cuando una de sus despectivas miradas recae sobre mí. Se detiene en seco, frunce el ceño y se dirige hacia nuestra mesa. Se para ante nosotros ladeando la cadera y colocando el brazo sobre ella, una postura reminiscente de la chulería de 4º de primaria. - ¿Quién eres tú? -me pregunta y alarga un dedo que termina señalando el suelo. Mientras, Dani sigue asintiendo, creo que ha entrado en otro bucle interminable de los suyos. - Soy Michel, estudio en tu clase, estamos apuntados incluso en las mismas clases optativas.- Pasan unos segundos hasta que ella vuelve a hablar, y por entonces mi vista y mi frente han descendido en dos ocasiones hacia sus zapatos, incapaces de aguantar no solo la mirada de la chica sino también las miradas de gran cantidad de clientes de la cafetería.
- ¡No me lo puedo creer!- Pienso por un momento que la causa de su asombro es haberme confundido con algún cantante o actor popular. -No te conozco del instituto- exclama. -De hecho, te recuerdo vagamente en clase de Dibujo. Yo te conozco de otro lugar. Un lugar más real que esta cafetería o que el instituto... te conozco... estabas aquí... te conozco- y acto seguido se marcha dejándome sólo con mi incrédula expresión.

17.12.08

"en la cafetería", 1ª Parte

Me despierto tarde. Tarde para hacer ejercicios (ya no recuerdo la última vez que hice unas flexiones). Tarde para encender el ordenador. Tarde para hablar con mi hermana.
Mi primer compromiso es llegar a la cafetería y no hacer esperar a mi amigo Daniel. Ya no caben las excusas. Aunque no me las pide, me sabe mal no darle suficiente tiempo para que me cuente sus noveda
des. Cada vez se siente más solo y cansado, y me intriga mucho los habituales misterios que rodean su vida cotidiana, que a mi parecer, Daniel confunde fácilmente con una serie de sueños horripilantes. Confieso que, de todo lo que me cuenta, tan sólo suelo aceptar como cierto un porcentaje muy bajo, pero creo que la mayoría de personas que lo escucharan estarían de acuerdo conmigo, hoy por hoy sigue sin probarse la existencia de fantasmas, y conociendo un poco sus enfermizos antecedentes... está todo dicho.
Cuando llego a la cafetería ya está Daniel sentado en la mesa de siempre, frente a él, dos cafés rebosantes de humo demuestran sus deseos de activar su mente. La camarera que acaba de servirlo me ve entrar
como a diario y me saluda con la cabeza.
-Buenas joven.
-Buenos días Señora Gil- respondo, y me acerco a Daniel.
-Esos dos cafés te delatan, ¿Ha pasado algo?- digo a Daniel mientras me siento a su lado.
-Algo en lo que necesito pensar, aunque siento que la cafeína ha dejado de ayudarme desde hace tiempo. Me encuentro más agotado que nunca. Y sobre todo desde la desaparición de esa niña.
-No entiendo. ¿Qué tiene que ver esa niña contigo y con tu cansancio? ¿Te acuestas tarde preocupado y enganchado al telediario de las once?
-De eso nada. He dormido 14 horas seguid
as, y aún así... ya ves- Es cierto que noto a Daniel más cansado que de costumbre.
-¿Otra vez las pesadillas?- sospecho.
-De eso nada, estaba despierto cuando me encontré con Beta en mi cocina. Escuchaba la televisión mientras me preparaba para venir hacia aquí. Cogí mi desayuno y el de Oscar y cuando me dirigía a la salida del apartamento él caminaba hacia mi con esto- Daniel abre la mano y me muestra una pinza para el pelo.

Daniel es barrendero. Trabaja 6 horas, el máximo para una persona fuertemente medicada que debe convivir con constantes delirios y comportamientos esquizofrénicos. De antemano, presupongo dónde pudo encontrar esa pinza de chica adolescente. Debe encontrarse mucha basura reutilizable por las calles, aunque para qué recoger algo así. Quizás esta vez, como tantas, ha sido maniatado por su personaje imaginario favorito, Beta, un ser más delgado aún que el propio Daniel, de tez gris, rostro alienígena y huesos largos y finos, según el dibujo realizado en estas mismas servilletas por el pobre Dani. Qué lástima tener que enfrentarse a semejantes espejismos día sí, y día también.